Champions League

Cinco horas ya antes, una riada de turismos salidos de la ratonera del centro de Nápoles ya se dirigía al estadio mientras que en las moles de los cruceros tomaban el sol. Quizás allá, mirando al mar, hubiesen agradecido la sesión de música electrónica que la estrella Joseph Capriati se soltó en los preliminares. A la gente del estadio le dio bastante igual. Solo les importó la megafonía cuando comenzó a sonar una canción sobre Maradona, el dios pagano de la urbe.
El Sevilla rozó la gloria de un premio que no merecía. Los de José Luis Mendilibar vencían al PSV por la segunda jornada de la Champions League, mas dos torpezas de Sergio Ramos acabaron costando dos puntos: primero por un penalti -controvertido- que Luuk de Jong convirtió en gol y después por una falta superflua, en la banda, de la que derivó el 2-2 terminante obra de Teze. Los tantos de Gudelj y de En-Nesyri no sirvieron para solamente que un punto en el choque contra un contrincante directo del conjunto.
Tras más soportar en pie más de 90 minutos sin daños apreciables, el muro que levantó el Union Berlin en el Santiago Bernabéu quedó pulverizado por el inigualable don de la ocasión que tiene Jude Bellingham (1-0). El todocampista inglés, como frente al Getafe, olió la sangre allí donde a prácticamente todos les falta el olfato y aprovechó un balón suelto en el área pequeña tras un cañonazo de Valverde para derrumbar al modesto conjunto germano, novato en la máxima competición continental mas cuyo sacrificio y orden resultaron elogiables.

El Barça de Xavi tiene una cuenta pendiente con la Champions. Y un largo camino cara Wembley, un templo para todos y cada uno de los barcelonistas. No ha podido arrancar mejor y con el mejor aliado posible. Joao Félix ha venido para marcar diferencias y devolver la ilusión europea. El portugués es un mago del balón, un futbolista capaz de de dejar pasmada a toda la grada, a propósito, poco a poco más poblada. Está cumpliendo su sueño de pequeño y el apasionado blaugrana no puede estar más feliz.