Stegen se alía con Courtois para llevarnos a un nuevo Clásico (2-2) | VIDEO-RESUMEN + GOLES

Va a haber clásico en el desierto. Al fin. Tras años y años de espera, Madrid y Barça se hallarán el último día de la semana en la final de la Supercopa. Y va a haber, sobre todo, por el hecho de que tuvo un portero fantástico. Un portero que le sostuvo con vida en la primera mitad. Un portero que resistió en la prórroga. Un portero que detuvo dos penaltis en la tanda decisiva: uno a Juanmi y otro a Willian Carvalho. Tal si fuera Courtois, Marc Andre Ter Stegen firmó un partido perfecto.
Hay cosas que se pueden estudiar. Otras, no. Hay porteros que ganan partidos y deciden como anteriormente lo hacían los delanteros. Si el Barça de Xavi puede ganar su primer título el último día de la semana se lo debe a este meta alemán que oculta las disfunciones, poco a poco más crónicas, de un equipo que no aprende de sus fallos. Él, sí. Él solo llevó bastó para comprender que sí va a haber clásico.

Estaba desorientado el Barça. Y eso que había comenzado bien, jugando verdaderamente bien a futbol, teniendo el control del partido, quitándole la pelota al Betis hasta sentirse el dueño del partido. Mas no conseguía traducirlo en el marcador. Entre otras muchas razones pues Lewandowski, el Lewandowski que ha vuelto tras el Mundial, no es exactamente el mismo.

Parecía oxidado, tal y como si el programa informático que anida en su cuerpo (puro 9, puro goleador, de esos que ya no existen en el futbol), se hubiese desprogramado. Xavi, además de esto, había retornado al tradicional 4-3-3. O sea, al Barça con los extremos destinando a Dembélé a la izquierda y dejando a Raphinha en su hogar preferido, la derecha. Todo para nutrir a Lewandowski. Poquito a poco, y como ya resulta una mala costumbre para el equipo de Xavi, ese control se fundía hasta finalizar Ter Stegen transformado en la figura de la primera mitad con 3 paradas definitivas. 3 acciones que tenían valor gol pues salvaron a los blaugranas de zambullirse en un lío.

Vivía el conjunto andaluz en el área blaugrana cuando Pedri dictó un tratado de elegancia, pausa, inventiva, calmo y… Y clarividencia pues en la mitad de una nube de jugadores del Betis abrió el mar a su paso. Ni sudó. Ni le subieron las pulsaciones al joven canario. Ni pestañeó cuando transitó con esa embriagadora elegancia por la frontal de la casa de Ter Stegen ya antes de arrancar el GPS que le deja descubrir los atajos.

Mas Pedri no precisa navegador. Va incorporado en su psique. Divisó a Dembélé, , a prácticamente 50 metros, ya instalado en campo andaluz. Ahí tumbó a Aitor Rubial ya antes de aprovechar el movimiento al espacio de Lewandowski, quien precisó hasta dos disparos para batir a Bravo. Así, tal si fuera el Madrid, se soportaba el Barça de pie. El portero (Ter Stegen tal y como si fuera Courtois) paraba y el ‘nueve’ (Lewandowski imitando a su colega Benzema) marcaba, si bien en el caso del polaco no fue de penalti.

Mas ese gol blaugrana llegó, realmente, en una veloz acción de contragolpe. 3 futbolistas (Pedri, Dembélé y ‘Lewi’) para firmar el catálogo, prólogo de otra indescifrable segunda mitad del Barcelona. Un misterio que absolutamente nadie puede solucionar. Ni tan siquiera Xavi, cuyos cambios tampoco asistieron a prosperar el funcionamiento del equipo, castigado como estaba el equipo físicamente y atormentado por el gol de Fekir. Iba a peor. A cada substitución, más identidad perdía el equipo. Al Barça veía como la tecnología le anulaba dos tantos (a Pedri en la primera mitad, a Lewandowski en la segunda) y no deseaba juzgar la falta anterior a Gavi en la jugada del 1-1.

Acabó el Barça defendiendo con el trasero en la nariz de Ter Stegen, síntoma de su temor, producto de su ineptitud viendo como el Betis se pasaba el balón a 20 metros lamentando Xavi que el punterazo de Ansu Fati encontrase los puños de Claudio Bravo. Así se llegó a la prórroga, preámbulo de un zurdazo exorbitante de Ansu tras una segunda jugada.

Era una falta lateral y el balón que caía del cielo fue empalmado con un disparo tan quirúrgico como confortante para Ansu. Mas duró poco la alegría para el Barça pues Loren, un delantero que no jugaba nada desde agosto, se ideó un taconazo excelente para regresar a compensar el partido una vez que Marcos Alonso se derrumbase frente a los engaños de Luiz Henrique, enseñando asimismo en Arabia Saudí la debilidad que le convierte en un equipo de juguete.

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