Alcaraz se convierte en el NÚMERO 1 mas joven de la historia tras reinar en su conquista por el US Open (6-4, 2-6, 7-6, 6-3)

La vida es sueño y, en ocasiones, lo que era sueño se convierte en tu vida. Le ocurrió a Carlos Alcaraz con una pelota que escupió con violencia su raqueta al servicio, que dejó pelusa amarilla flotando, y se escapó por la derecha del cuadro, incontrolable para el contrario. Tiró su naturaleza a la pista azul de Nueva York, abrió los brazos, se retorció contra el suelo, llorando.

Se fundió en un abrazo con Ruud y escaló hasta su palco para comenzar la celebración con los suyos. Hace algunos días, le preguntaron al murciano con qué soñaba de pequeño: con ganar campeonatos de Grand Slam o con ser número uno. «Soñaba siempre y en todo momento con ser número uno», respondió sin dudar.

Esa bola materializaba, no obstante, las dos cosas. Fue el punto terminante de la final del US Open frente al noruego Casper Ruud (6-4, 2-6, 7-6, 6-3), un Tenista rocoso que procuraba exactamente el mismo doblete histórico que Alcaraz: levantar su primer título de Grand Slam y, al tiempo, transformarse en número uno del ranking de la ATP.

Alcaraz es una promesa desde el instante en que era un imberbe de diez años. La promesa se hizo realidad ayer de noche en Nueva York. Desde ese último punto, el Tenista de El Palmar, a sus 19 años, es el número uno más joven de la historia. A una edad en la que la gente de su edad se plantea qué hacer con la vida, se ha subido a la cima del Tenis mundial.

«Soñé con esto desde el momento en que era un niño», insistió, con la cara desencajada por la emoción, en la liturgia de entrega del trofeo. «Ha sido un trabajo muy durísimo con mi familia y mi equipo, tengo 19 años y las resoluciones esenciales las tomo con ellos».

Alcaraz, que ha jugado partidos agotadores en este US Open, afirmó ya antes de la final que «no es instante para estar cansado». Y, tras ganarla, que la única forma de hacerlo es «dar todo en la pista». En su instante de gloria, se acordó de la familia que no le pudo acompañar. De forma especial, de su madre y de su abuelo.

El duelo se abrió con un juego que destiló un inconveniente que ha arrastrado Alcaraz en la segunda semana del campeonato. El murciano llegaba a la final con 13 horas y media de Tenis de alto voltaje en las piernas en solo 3 partidos, en los octavos, cuartos y semifinal, todos a 5 sets, ciertos inacabables, con los gallos calentando la garganta. Los contrincantes no eran mancos -sobre todo, el italiano Jannik Sinner, en cuartos, que apunta a dominar el Tenis mundial en un futuro próximo con Alcaraz-, mas el de España asimismo le dejó. Le costó cerrar ocasiones, de forma especial contra el estadounidense Frances Tiafoe, en la semifinal. Forzaba suficientes puntos de 'break' para enviar en el partido, mas no los materializaba.

Ese espectro apareció solamente iniciarse las hostilidades en la final. No tardó en ponerse en situación de rotura de saque el de España. La tiró con un fallo de derecha no forzado. El noruego le obsequió otra ocasión por una doble falta, mas el revés de Alcaraz se estrelló en la red.

Ruud terminó por llevarse ese juego. Y más. Merced a dos reveses de alta factura, logró dos bolas de 'break' en el segundo del partido. Era una advertencia al murciano: no te lo pondré simple. Alcaraz remontó la situación y probó que, con una marcha más en su juego de fondo, doblegaba al noruego.

Alcaraz volvió a romper el saque de Ruud y le bastó ser sólido con su saque para enviar en el set. Mas algo no funcionaba: el resto. «Este juego bien suelto», le afirmaba su adiestrador, Juan Carlos Ferrero, desde el rincón. Deseaban más agresividad en la devolución del saque del noruego, que ha ganado enteros. El murciano daba un paso adelante, mas el golpe no carburaba.

«¡Convéncete, convéncete!», le volvía a decir Ferrero poco después. Y Alcaraz, que suda coraje, lo procuraba una y otra vez al resto, sin éxito. Eso no evitó que se impusiese en la primera manga, que, salvo los primeros acompases, fue una balsa de aceite para el de España. La central asistía a una final insípida, equiparada con lo vivido con Alcaraz las últimas noches. Aun con el techo cerrado por la lluvia, llegaba poco estruendos del graderío de la Arthur Ashe, chillón y vertedero.

Tal vez el nuevo número uno del planeta es demasiado joven para saber cuál es la 'zona Alcaraz'. En Nueva York la ha puesto de madrugada, en partidos de 5 sets. Y jugando en el alambre. Tal vez trató de encontrarse ahí el murciano, que dejó escapar un segundo set con orificios similares: sin riesgo en el resto y sin aprovechar sus ocasiones de rotura de saque.

Sí lo hizo Ruud, con un punto monumental para anticiparse que hizo despertar a la barra brava noruega -de lo más civil- y su grito de «Ruuuuud». Era la segunda advertencia del noruego: 'no te lo pondré fácil'. No tardó en embolsarse el segundo set.

«Parece que le falta energía», afirmaba un espectador a otro sobre Alcaraz. Era cara el final de la tercera manga, cuando el de España no hallaba de qué manera abrir fisuras en Ruud. Quizás la parroquia neoyorkina estaba malacostumbrada. En los últimos partidos. Alcaraz se dejó las suelas -esto es textual- en la pista abrasiva de Nueva York, llegando a bolas imposibles de las que fuerzan a frotarse los ojos. El día de ayer lo procuraba, mas muchas de ellas terminan del lado de Ruud, asimismo veloz como el rayo.

El noruego fue, además de esto, un pesado. Devolvía todo, al estilo Rafael Nadal (se ha formado en su academia de Manacor). Llegaba a todo. Y llegó a tener punto de set. Mas se le encogió el brazo, no lo cerró y Alcaraz forzó un 'tie break'. Lo hizo con un puntazo exorbitante, de juego, en el que encadenó dejada, globo y remate. Reventó la Arthur Ashe, en pie, electrificada por el de España. La energía no se crea ni se destroza, parecía contestar Alcaraz al espectador incrédulo. Solo se convierte. Acá se agarrotó el noruego y cedió el 'tie break' sin oposición.

En el set terminante, Alcaraz por fin aprovechó su ocasión y no dio opción a Ruud para la reacción. «¡Vamos, matador!», le chilló alguien desde el gallinero. Con una madurez y fortaleza mental indignas de su edad, cerró el partido con un enorme saque, que Ruud solo pudo tocar, mas no devolver.

Alcaraz se transforma así en el cuarto de España en llegar al número uno del planeta, tras Carlos Moyá, Nadal y su adiestrador, Ferrero. Luchaba asimismo por meterse en un club de privilegiados en la historia del Tenis: aquellos que han ganado un 'grande' con menos de 20 años. Entre otros muchos, Bjorn Borg, Pete Sampras o Boris Becker. Y Nadal, como es lógico, que ha sido el último en lograrlo, en Roland Garros en 2005. Tenía asimismo 19 años, recién cumplidos.

Esos triunfos tempranos fueron el primer episodio de carreras gloriosas. De manera especial la de Nadal, el Tenista con más 'grandes' de la historia, y aún con posibilidades de anotarse alguno más.

La victoria de el día de ayer deja el discute que Alcaraz y su ambiente han tratado siempre y en toda circunstancia de evitar: ¿es el relevo del más grande? Por el momento, a día de hoy, y ya antes que absolutamente nadie, es el mejor.

TiroAlpalo