Goleada del Barça con Lewandowski y Ansu Fati como estrellas (1-4)

No ha perdido el Barça como visitante (10 victorias y 5 empates) desde el momento en que Xavi es el mister y el encanto prosiguió en el Reale Arena, demandado como estaba el equipo a fin de que el Madrid no se alejara a la primera de cambio. El triunfo sobre la Real llegó por medio de la pólvora que ha comprado en este verano, aún inacabado.
Robert Lewandowski festejó sus 34 años con dos tantos, y al polaco le acompañó otro fichaje: Ousmane Dembélé, que se fue y volvió del Camp Nou en el breve espacio de un par de semanas. Divagaba el Barça con un empate que comenzaba a ser peligroso, aparecieron Ansu Fati y Raphinha y la defensa easonense se rompió, quebrada por la transfusión sanguínea que recibió la delantera.

Procuró Xavi la reacción inmediata al fiasco del Rayo con 3 novedades en la alineación y, sobre todo, un cambio de sistema. Agitó al Barça, ciertamente, vertical en el campo y acelerado en el juego. Con prisas jugó el equipo, y ya se sabe que la frontera cara la precipitación es muy sutil. La traspasó de forma continua hasta derrengar a la Real.

Marcó pronto y encajó pronto el Barça, que jamás se alivió por el hecho de que el marcador no le satisfacía. Apenas 5 minutos gozó de la momentánea victoria, con lo que siempre y en toda circunstancia administró el duelo desde el empate, deficiente claramente por más que dejaba exender la ráfaga de imbatibilidad como visitante de Xavi. Esta vez, merced a Ter Stegen, que soltó 3 manotazos espléndidos en tiros realmente difíciles con el brazalete de capitán.

Frenkie de Jong fue el escogido para reemplazar a Busquets a pesar de que el técnico insinuó que Pjanic era el repuesto más capaz que había visto en la pretemporada. La debilidad de Frenkie se advirtió prontísimo con la pérdida que desembocó en el empate. Su inexcusable pérdida, si bien acosado por dos contrincantes, resultó aciega.

Todo lo opuesto que la sorpresiva aparición de Balde, que ya antes de cumplirse el primer minuto protagonizó una apoteósica cabalgada, que recordaba al mozuelo Alba, y su errante disparo cayó a los pies de Lewandowski, que no excusó. Hizo bien. Su fugaz reacción cogió desprevenidos a los centrales easonenses. Fue una de las rara vez que el polaco supo librarse de los incesantes agarrones de Zubeldia y Le Normand.

Descapitanizado se plantó el Barça. Sin ninguno de los 4 capitanes, 3 sentados en el banquillo (Piqué, Alba y Sergi Roberto) y uno en el sofá de casa, sancionado (Busquets). La regeneración que pretende Xavi se visualizó en la alineación, a falta de siguientes confirmaciones durante la época. La carencia de Busquets fue coyuntural. Las de Piqué y Sergi Roberto apuntan a sistemáticas.

Ese Barça deseoso por agradar trató de hacerlo por medio de un retoque en el dibujo. Balde sorprendió a la Real con sus salidas por la banda izquierda, abandonando una defensa formada por 3 centrales, ejercitando de carrilero y expulsando a Ferran Torres cara el interior del campo para aprovechar los espacios que creaba Lewandowski. Los supo interpretar mejor Ansu Fati, que cambió aún más al equipo: le aportó imaginación y acierto en el ataque y todos terminaron fusilando a un Remiro que vivía con más placidez que Ter Stegen.

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