Euroliga

Sobre la bocina de la prórroga, de la manera más increíble posible, con una pérdida del que hasta ese instante era el héroe y con una canasta agónica de Madar. Debió ser como se quebrase la ráfaga del Real Madrid en EuroLiga, una inercia que no le bastó en la ciudad de Estambul, para éxtasis de un Fenerbahce que creyó en sí cuando parecía la enésima víctima blanca hasta una victoria de esas que cambian inercias.

El Real Madrid prosigue en estado de gracia, contando sus partidos por victorias en España y en Europa, donde este martes dio otro paso cara adelante sosteniendo su media de más de noventa puntos en sus 3 primeros partidos en la competición continental al imponerse por 93-79 al Zalgiris Kaunas lituano. Llegaba al WiZink Center un visitante afable, que solo había ganado en uno de sus últimos 17 encuentros jugados en Madrid. A pesar de ello hizo acto de presencia con ganas de apalancarse y gozar de una noche larga, manteniéndose cerca a lo largo de una gran parte del primer cuarto.

Joan Peñarroya lamentaba ya antes de irse al vestuario al reposo la carencia de instinto asesino de su equipo para lograr sostener una cómoda renta cara la segunda parte. Pérdidas inocentes, falta de control en el rebote y 3 malos ataques dejaron al Bayern recortar los 7 puntos de ventaja que amasaba el conjunto blaugrana a menos de dos minutos a fin de que acabara el segundo cuarto. Del 39-32 se pasó a un 42-41. Nuevamente las espadas en todo lo alto tras esta pequeña desconexión.

Un final incomprensible en un partido muy complicado de explicar y de comprender. De comprender lo vivido en los últimos dos minutos de Kaunas. Un final épico con una canasta que ya es historia de la EuroLiga. Un final impredecible, como toda la época blanca, que ha acabado en gloria. Por el hecho de que a falta de dos minutos, el R. Madrid perdía 78-72 tras una canasta de Isaiah Canaan. Fueron los últimos puntos de Olympiacos. Y estaba por venir la insensatez, la canasta de Llull, la remontada, una más, del equipo blanco.